Es interesante implicar a los más
pequeños de la familia en tareas de voluntariado; aprender que el
trabajo también se puede desarrollar de manera desinteresada, con la
única pretensión de ayudar, de colaborar allí donde haces falta,
es un manera de desarrollar su compañerismo y su capacidad de
ponerse en el lugar de otro.
Ser casa nodriza, o casa de acogida,
quizá sea una de las maneras más cómodas de iniciar a los niños
en la necesidad de implicarse en causas solidarias pues el trabajo de
voluntariado se realiza en tu propio hogar. Un voluntario nodriza se
hace cargo, en su casa, del cuidado de un
animal durante un tiempo determinado.
Los animales recogidos en centros de
protección animal a veces necesitan cuidados especiales que sólo
son posibles en una casa. Es el caso de los cachorros, de los
animales que requieren medicación constante y de aquellos que se
están recuperando de una operación. Un caso que queremos destacar
es el de los abueletes. En los centros de protección animal que
aplican el sacrificio cero en su gestión, algunos animales se van
haciendo mayores y, lamentablemente, no son adoptados. Algunas
protectoras buscan voluntarios para que estos veteranos puedan pasar
sus últimos años de vida en un entorno familiar. Es increíble cómo
viven una segunda juventud en su casa de acogida. Este tipo de
acogida, según cada protectora, puede ser permanente hasta el
fallecimiento del animal o por temporadas (durante los meses de invierno para muchos de ellos se hace dura la vida en el centro de adopción).
Polo y Charli, dos abueletes del Refugio Cambados.
Las organizaciones que desarrollan este
tipo de voluntariado suelen hacerse cargo de la alimentación del
perro o gato, facilitando a la casa de acogida el pienso necesario,
así como de los tratamientos que requiera para su recuperación y de
las vacunaciones y desparasitaciones en el caso de los cachorros.
Podemos contaros en primera persona lo
enriquecedor que es esta labor pues hemos sido casa nodriza en varias
ocasiones para la organización El Refugio. En nuestro caso hemos
sido nodrizas de cachorros neonatos. Hacerse cargo de unos
cachorretes es una experiencia increíble; enternece ver cómo
los niños de la familia están pendientes de las horas de la comida
de los cachorros, se preocupan de masajearles la tripota como haría
su madre para que hagan bien la digestión, de mantenerlos limpios…
y lo más importante, de darles el cariño necesario para su correcta
socialización. Es una experiencia que fomenta en los más pequeños
su responsabilidad, mientras aprenden a proteger a los más débiles
alejándose de su egocentrismo infantil.
Imagen de una casa de acogida.
Por otro lado, es una manera de que los niños puedan disfrutar de los beneficios de criarse con animales (ya hablaremos de
este tema tan interesante en futuras entradas), sin la necesidad de tener que comprometerse durante años en la tenencia
continua de un animal. Ahora, eso sí, el voluntario nodriza tiene que hacer frente al compromiso en el cuidado del animal durante el tiempo correspondiente; la duración de la estancia de los animales
depende de su situación específica pero suele oscilar entre uno y
tres meses mínimo.
Os hemos hablado de la organización El
Refugio por nuestra experiencia directa en su estupenda gestión del
voluntariado nodriza pero hay muchas otras protectoras que requieren
de este tipo de colaboración. Acudid a Internet para localizar las
protectoras cercanas a vuestro lugar de residencia en el que se
desarrolle este tipo de voluntariado.
Queremos también recomendaros el
Refugio Cambados, una protectora gallega con una gestión muy
completa incluyendo entre sus actividades, jornadas superdivertidas
para niños y charlas en centros educativos. Las fotos que ilustran
este artículo son de su gestión de casas de acogida.
Si quieres informarte de cómo ser
nodriza en El Refugio (Madrid):
Si quieres informarte de cómo ser nodriza en el Refugio Cambados (Galicia):
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