Este boniato de la foto apenas tenía
año y medio, y la perra ni idea de su edad. Se llamaba Chiqui, de
eso sí que me acuerdo, y era de unos señores algo mayores que
vivían en nuestra escalera. Me chiflaba jugar con ella en un
descampado cercano, donde coincidíamos todos los
vecinos para solearnos los domingos. Nos mudamos enseguida y perdimos el contacto, pero esta foto
que nos hizo mi padre, en plena conversación, siempre me hace imaginar lo divertidas que tenían
que ser nuestras andanzas mutuas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario